Somos masoquistas. En el fondo nos atrae lo prohibido, nos reconforta saber q tenemos al alcance lo q no podemos poseer. Y aún cuando nos duele terriblemente alejarnos del deseo, somos capaces de esperar un nuevo día, semanas, meses al borde de la desesperación, solo para sentirlo otra vez. Sentirlo en nuestra mirada, en nuestra imaginación, donde no hay fronteras de ningún tipo, donde no importa lo q piense el mundo, donde no existe la moral si no queremos q exista.
Somos masoquistas porque nos gusta sufrir por algo q nos haga sentir vivos. El placer q nos produce creer q nuestros sentimientos no son en vano -cuando sabemos q lo son- es solamente comparable al placer q nos produce la más pura e intima soledad en compañía de nosotros mismos, es tan entrañable como el deseo de nunca alejarnos de nuestros vicios más descarados. Y es q somos masoquistas por el propio hábito de encontrar en la rutina diaria las amarras para no desvanecernos en un mundo monocromático...
Somos masoquistas porque nos gusta sufrir por algo q nos haga sentir vivos. El placer q nos produce creer q nuestros sentimientos no son en vano -cuando sabemos q lo son- es solamente comparable al placer q nos produce la más pura e intima soledad en compañía de nosotros mismos, es tan entrañable como el deseo de nunca alejarnos de nuestros vicios más descarados. Y es q somos masoquistas por el propio hábito de encontrar en la rutina diaria las amarras para no desvanecernos en un mundo monocromático...
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