El hecho de escribir y mostrar un texto a otros es como exponer al mundo una radiografía de mi propia alma, de mi mundo interior, y en ese momento deja de ser mío para pertenecerle a los q lo leen y así tienen derecho a juzgarlo, a observarlo, interpretarlo o reinterpretarlo e incluso a sentenciarlo a las hogueras del olvido o la indiferencia.
Escribo para liberarme, para escaparme, para huir de mi realidad creando una realidad paralela. Escribo para escapar de la angustia o para angustiarme aún más.
Escribo para ser el creador de mi propio mundo, para ser el ángel y el demonio de mis personajes y, si los hay, de mis lectores.
Escribo porque me agrada la idea de trascender a través de las palabras. Porque las palabras las hago mías, porque las reinvento, porque las disfruto, porque para mí son magia al transformar cosas tan diversas con el mismo vocabulario.
Escribo para crear otros sueños, otros ambientes, otras vidas u otros tiempos. Escribo porque el hacerlo me causa ansiedad y a la vez me da paz. Escribo porque es una catarsis y un auto conocimiento. Escribo porque si no lo hiciera, la vida tal vez no tendría para mí el mismo sentido.
Escribo porque la palabra escrita retumba sonora en mi cerebro, en mi mente. Porque disfruto su sonido, porque saboreo cada palabra como golosina al pronunciarla, una a una, en los silenciosos recovecos de mi alma.
Escribo, escribo, escribo…
jueves, 25 de septiembre de 2008
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